Ahora, además del terror que me dan las cucarachas, los fantasmas y los vampiros, también le tengo miedo a las brujas y a los lobos. Cuando aparece la bruja en el cuento, no quiero mirar, porque las brujas son malas y feas. Me tapo los ojos pero igual quiero saber que pasa, así que espío un poquitito.
Lola me da un beso y emprende la difícil tarea de desabrocharse los botones del guardapolvo. Lo logra y ya aparece el capricho: ¡Quiero un caramelo!, ¡Quiero agua! ¡Quiero sacarme el gorro, a Josefina, un anillo, ir a upa, correr, una carta para el camión, la canción de chocolate, la mamadera, que me leas un cuento, que me leas otro, dibujar, mi tijera!.
Sofía empieza a llorar y no para. No va a parar. Porque hoy tiene sueño y hace mucho calor. Comemos unas galletitas, tomamos soda, jugamos con los bloques y hacemos un robot. Después bailamos, después nos hacemos cosquillas y después nos portamos mal. Muy mal. No importa que Roberta se enoje, igual tiramos la leche, escupimos, nos sacamos las zapatillas, corremos, tocamos los cds de Mica, gritamos, pataleamos en el piso.
Cuando son las siete hay que juntar los juguetes y ordenar un poco. Pero nadie tiene ganas. Así que mejor nos tiramos en el piso y no ayudamos. Las cosas igual se ordenan y van a su lugar. Porque ya viene mamá nos ponemos contentas, y cuando la puerta se abre y la vemos entrar ya podemos empezar a portarnos mal de nuevo. Porque con mamá portarse mal es más divertido.
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