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sábado, 15 de junio de 2013

La Eternauta


Elsa Sanchez, viuda de Hector Oesterheld, sigue buscando a dos de sus nietos expropiados por la dictadura militar del 76.  
Historia de una familia exterminada.




“Un filósofo me llamó ‘el Eternauta’ para aclarar en una sola palabra mi condición de navegante del tiempo, de viajero de la eternidad”, así se presenta Juan Salvo, el protagonista de la historieta que creó Héctor Germán Oesterheld. Y sigue: “Estoy cansado, terriblemente cansado y necesito descansar, para poder seguir buscando… porque eso es lo que hago siempre, buscar y buscar…”. Paralelamente al personaje que creó su marido, Elsa Sánchez, con más de 80 años, busca a dos de sus nietos expropiados por la última dictadura militar argentina.
 Oesterheld fue un escritor y guionista de historietas entre las que se destacan “El Eternauta” y “Sargento Kirk”. Estudió geología, pero ejerció muy poco tiempo antes de volcarse completamente a la escritura. En sus comienzos, trabajó como corrector en varias redacciones.
Elsa y Héctor se conocieron muy jóvenes, se casaron y tuvieron cuatro hijas. Ella tenía 18 años, siempre fue una mujer común, dice, criada para ser ama de casa. "Él tenía una variedad de cultura insuperable que le permitió escribir de la manera que escribió. Por empezar, era un científico y un filósofo, y un individuo que amaba la vida.”, lo define su viuda.
Oesterheld fue secuestrado el 27 de abril de 1977 por un grupo del Ejército en La Plata, aún hoy está desaparecido. Estuvo en varios Centros Clandestinos: fue visto en el “Sheraton”, donde pasó la navidad del 77, y también en el “Vesubio”.
Elsa lo recuerda como si hubieran estado juntos en otra vida, según ella era un hombre minucioso: siempre informado sobre las novedades científicas. Leía a diario revistas de ciencia, de Argentina o del exterior, y todo lo incluía en sus historias. “Solía decir que la historieta, si se hace bien, puede ser un muy buen medio educativo para los jóvenes”, recuerda.
Sus cuatro hijas también fueron secuestradas en el 77: Estela de 25 años, Diana, de 24; Beatriz, de 19; y Marina de apenas 18. Todas ellas militaron desde muy chicas en el peronismo, hoy están desaparecidas.
Elsa tiene cuatro nietos. Dos de ellos fueron recuperados de chicos y se criaron con su familia: Martín, hijo de Estela, y Fernando, hijo de Diana. Los otros dos, que nacieron en cautiverio, aún no fueron encontrados: uno de Diana y otro de Marina.
Diana fue secuestrada embarazada de seis meses, junto a su hijo de un año Fernando. La llevaron a Campo de Mayo y allí dio a luz. El padre de los chicos, Raúl Araldi, también fue secuestrado y asesinado en el 77. A Fernando lo entregaron como NN en un hogar y tiempo después, los abuelos paternos pudieron recuperarlo. Al bebé todavía lo buscan.
En diciembre, las fuerzas armadas encontraron la casa donde se escondía Estela, la mayor de las cuatro, junto con su pareja y su hijo Martín, que tenía tres años. Acribillaron a balazos a la pareja. A Martín lo trasladaron a una cárcel, curiosamente donde estaba detenido su abuelo. Fue él quién le dio la dirección de Elsa al jefe de operativo para que se lo llevasen. Desde ese momento, Martín se crió con su abuela.
Siguiendo algunos testimonios, Elsa cree que Marina fue secuestrada en noviembre de 1977, además tiempo después, supo que estaba embarazada de ocho meses. El cuerpo de Beatriz es el único cuerpo  que recuperó  de  su familia. La joven fue encontrada muerta en un descampado con otras cuatro personas, según el ejército, murieron en un enfrentamiento armado.
     “Mis cuatro hijas no están, y dos de mis nietos tampoco, aunque deben estar vivos, no se donde. Tengo una familia exterminada sin saber por qué”, repasa Elsa, que espera poder conocer a los dos nietos que le faltan. Se detiene, respira lentamente y se cuestiona: “Lo que no puedo entender es por qué yo estoy viva, ese es el gran interrogante de mi vida”.
     Con respecto al legado de su marido, sus obras y sus escritos, Elsa reflexiona: “Pasaron muchos años y lo de él sigue absolutamente vigente, ese es el consuelo que tengo: saber que su obra va a perdurar, aunque no perduró su familia, ni sus hijas, ni los nietos que nos faltan. Es un genocidio familiar, que aún hoy no alcanzo a comprender”.





(Junio 2010).

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