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lunes, 28 de febrero de 2011

Solaris como ansia de lo ideal.



Para Andrei Tarkovski el arte está enlazado con el conocimiento. Su función debería ser la de explicar o intentar explicar las dudas existencialistas del hombre.
 

Es decir, que el hombre (y la mujer) siempre estuvo sujeto a estos interrogantes: cuál es el motivo y el objetivo de la existencia. El autor cree que aunque no le sea posible explicar de una manera definitiva estas cuestiones, el arte debería, como mínimo, enfrentar al ser humano con dicho interrogante.

Tarkovski dirigió "Solaris" en 1972, es una película de ciencia ficción, basada en la novela del escritor polaco Stanisław Lem. Solaris esta completamente en concordancia con la idea de arte de su director. El guión, la escenografía, la música, todo parece estar ahí justamente para no responder ninguna pregunta, si no generarlas.

El argumento es el viaje hacia la base en el planeta Solaris que hace el protagonista, un psiquiatra que debe investigar sobre episodios extraños, aparentemente inexplicables, que allí sucedieron. En el planeta Solaris hay un océano,  los humanos sospechan que tiene inteligencia y que se comunica, por lo cual lo están investigando.

  Lo que sucede en ese lugar es que los hombres dentro de la base, sufren de apariciones físicas de cosas que tienen en la mente, recuerdos. Estas apariciones son una representación real y tangible de alguna arista de cada historia, de cada memoria.

Al psiquiatra se le aparece su mujer, Hary, que en la Tierra se había suicidado. Es una alucinación palpable(física). Se encuentra en la base viviendo con la mujer que amó y que está muerta. Con ella comienza una reflexión sobre si es la misma persona que vivió en la tierra, si es real, si lo que vive es real, qué es la realidad, que es la vida.

El personaje se plantea si puede dejarla atrás o no. Si prefiere quedarse viviendo este teatro con una copia exacta de la mujer que amó, o debe volver a la tierra. Incluso llega a plantearse si es estrictamente necesario llegar a alguna explicación racional acerca de esas apariciones pensantes, humanas o casi humanas, o si de verdad no tiene ninguna importancia intentar entender lo que sucede y porqué.
Hay una reflexión importante de los personajes que conviven en la base acerca del papel de la ciencia. Se preguntan si es una forma de conocimiento o si también es otra fantasía, más racional por supuesto, o un cuento, o una religión. Se preguntan además si la ciencia produce algún conocimiento certero, seguro y objetivo.  Cuestionan la existencia de una verdad única y absoluta y, sobretodo, si el hombre podría alcanzarla alguna vez.

La película tiene muchos recovecos donde explorar. Apela en todo momento a los sentidos del espectador, pone el énfasis allí, en lo sensorial. El sonido del agua, el movimiento de las algas, el viento en las copas de los árboles, los pasos de un caballo. Todo entrelazado con una sensación onírica, de una paz en una casa al lado de un lago. Esa psicodélia del sueño irrumpe en la narración constantemente, incluso hay momentos en que la acción se detiene y se pone el foco en la imagen pura con sus sonidos y belleza.

Solaris plantea varias cuestiones centrales de los interrogantes existencialistas. Primero, ¿qué somos? Y ¿qué es lo que nos define como seres humanos? Claramente entrelaza la ciencia cuando define las diferencias de las partículas nuestras con los seres de Solaris, pero luego, perfila una definición más espiritual: la del ser humano como ser sensible, capaz de amar.

La realidad y el sueño están presentes en toda la película, además de esa sensación de pesadez, las apariciones no sabes dormir. Es llamativo porque hablan de que “aprenden” a dormir, a soñar.

Hay una escena hermosa en la cual el personaje de Hary discute con los científicos sobre si ellos son más humanos que ella. Hablan de las apariciones se “humanizan” conforme pasa el tiempo, las tratan como animales. Discuten delante de ella sobre los pasos a seguir, si hay que destruirla, si no. Hasta que ella irrumpe objetando que ellos son menos humanos que ella ya que perdieron la sensibilidad.

Hay que tener en cuenta que la filmación tiene más de 30 años, aunque casi sin efectos especiales demasiado espectaculares, está muy bien lograda. Tarkovski logró crear una inquietud y una incomodidad en sus espectadores a la vez que un goce visual en escenas muy estéticas, como, casi en el final, los personajes  flotan por falta de gravedad en la nave. Se detiene el tiempo, donde solo hay que apreciar la imagen.

El final es tan ambiguo como toda la película. Termina haciendo dudar al espectador incluso de toda la trama. Es exactamente eso que Tarkovsy considera artístico: un film que incomoda y crea preguntas,dudad, llenando de sensaciones.

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