Un comentario pequeño y rápido antes de dormir.
Poco importa que no sea peronista, ni kichnerista, ni nada. Hoy me paré en la Plaza de Mayo y me sentí parte de esas miles de personas que lloraban a Néstor. Los cantos, las caras, las lágrimas, los gritos. La cola de la gente que esperaba para entrar a la casa rosada y estar cinco segundos con Cristina frente al cajón, iba desde la Plaza hasta la 9 de julio, doblaba y volvía por Rivadavia. Masomenos recorría unas veinte cuadras.
Rosas y banderas. En el suelo, en el medio de la Plaza, entre la gente, había muchos pingüinitos origami hechos con papel de diario. Carteles escritos a mano. Mucho dolor.
Cristina aparece en la pantalla gigante que instalaron en la Plaza , para firme, conmueve. Tiene unos anteojos negros que no dejan ver sus ojos, pero llora. Acaricia con delicadeza el ataúd. Saluda a algunas personas, se toca el corazón, agradece y se vuelve a ir… Viaja por unos minutos hacia otro mundo, otra vida, pero después tiene que regresar a ser presidenta, y despedir a su marido y compañero.
Está ahí parada, con sus hijos, saludando a distintos presidentes, funcionarios, artistas: sombras. Yo no podría. Esta mina tiene una fuerza que inspira respeto. La veo y me emociona. No como política, ni como militante, la admiro porque es una gran mujer.
No doy más. Fué un día intenso y largo, les agradezco a Lola Y a Sofía por hacerme feliz con una sonrisita y esos dientes separados. Y es que la búsqueda de un chupetín puede ser un asunto muy serio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario